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Movimientos Planetarios Mundos Posibles

 

… y sin embargo, se mueve. Galileo 

En pocas ocasiones el culto en torno a un objeto tiene la capacidad de concentrar los diferentes vectores temporales que median “historia sagrada”, historia natural e historia política. Quien visite el Museo Nacional de Colombia podrá toparse –literalmente– con una roca espacial que podemos tocar; como en muchas ocasiones alegremente lo indican algunos mediadores del equipo educativo del museo, se trata de una de las pocas piezas que tiene esta condición en su exhibición permanente. Se trata del “aerolito” de Santa Rosa de Viterbo, una masa mineral de cuatrocientos kilos que, al parecer, cayó cerca de esta población el Viernes Santo de la Semana Mayor de 1810 tras atravesar la atmosfera terrestre. Basta describir su aparición para comprender cómo es que el relato histórico que corresponde a este pequeño asteroide ha procurado situar las coincidencias sobre un suceso astronómico en torno a la gesta política que dio lugar a la campaña de independencia de un país con una sociedad marcadamente católica para ese entonces [1]. 

Como lo describe Santiago Castro-Gómez (2009) cien años después del vuelo y caída del aerolito las expectativas de celebración del primer centenario de independencia de Colombia orbitaban en torno a la superstición que generaba el paso del cometa Halley, pues su alteración del orden cósmico anunciaba cambios semejantes en la tierra. El 20 de abril de 1910 el cometa fue visto en Bogotá tras los cerros de Monserrate y Guadalupe, ninguna tragedia ocurrió, pero dejó la sensación de que las cosas estaban cambiando y que se aproximaba una nueva era para el país. Según varios discursos de la época, las señales celestes anunciaron el tránsito a un estado material y espiritual superior, que se desplegó en los festejos del Centenario iniciados el 15 de julio. En aquel contexto, la Exposición Agrícola e Industrial fue el escenario donde la sociedad colombiana –y más específicamente Bogotana– abrazó la ilusión de una integración a la economía global e industrial a través de la exhibición de las primeras mercancías y manufacturas nacionales, pero según Castro-Gómez fue más bien la escenificación simbólica de un capitalismo imaginado con el que se prepararon las subjetividades que se necesitarían ante un capitalismo real, que sería implementado en nuestro contexto dos décadas después. 

Al inicio de 2023 las predicciones astrológicas establecían fuertes giros en el comportamiento social, económico y cultural de la humanidad, tantos como los comportamientos astronómicos habían coincidido con el giro moderno narrado en torno al siglo XVIII, una situación que no fue ajena al tema determinado por el Tiepolo para el fresco que compuso en la bóveda de las escalinatas del Palacio de Wurzburgo cuando ejecutó la Alegoría de los planetas y los continentes en 1752, justo en un momento en que el orden económico global se perfeccionaba en torno al sistema mundo moderno. La visión que el Tiepolo no pudo incluir, fue la predicción cataclística de diversas comunidades del otro lado del atlántico ante las alineaciones celestes y eclipses previas al pachakuti continental que fijó el origen de la modernidad un par de siglos antes de su tiempo.   

Movimientos planetarios, mundos posibles busca confrontar la dialéctica de las utopías que suponen los proyectos artísticos [2] con una dimensión colectiva para reunir prácticas artísticas que nos permitan conectarnos de una forma más directa con la realidad y la actualidad. La articulación de obras reunidas en esta curaduría invita, como los movimientos planetarios del 2023 a abandonar viejos modelos y creencias, a comprometernos con nuevas formas de estar y participar en el mundo. Como las nuevas posiciones planetarias este conjunto de trabajos y proyectos convocan a la cooperación y a la acción colectiva, para articular e imaginar otros escenarios y paisajes sociales donde quepa la empatía y compasión con otrxs seres en este mundo. Nos interesó seleccionar trabajos con los que recordamos la dimensión social del arte, su carácter público, su capacidad de agenciar, y tomar posición frente al mundo, como lo hacen los movimientos planetarios de estos tiempos.  

La curaduría, desplegada en dos salas, y en sintonía con la trayectoria de las constelaciones de Piscis y Capricornio, presenta cinco alineaciones de obras articuladas en pequeños capítulos que orbitan de una sala a otra: relaciones humanas, relatos y ficciones, cuerpos vivientes, orientaciones y destinos, y prácticas sociales.  


Equipo TransHisTor(ia) – María Sol Barón Pino* y Camilo Ordóñez Robayo**–
 
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[1] Una buena revisión de la historia cultural del aerolito fue articulada en el proyecto artístico de María Elvira Escallón Pequeño Museo del Aerolito de Santa Rosa realizado a partir de 2017. 
[2] Según Boris Groys (2014) los “proyectos” en el campo artístico contemporáneo nos sitúan ante una temporalidad dialéctica: renunciamos al presente, para ubicarnos, corporal y emocionalmente, en un futuro. Cuando un proyecto termina es inevitable que emerja la tristeza o la melancolía: ambos tiempos vuelven a su lugar, y nosotrxs volvemos a habitar la “normalidad” del presente y “el futuro” queda suspendido; lo anhelado y soñado se ha materializado, con todos sus errores y falencias.  

* Profesora de planta Departamento de Artes Visuales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.
** Profesor de planta Facultad de Artes-ASAB, Universidad Distrital Francisco José de Caldas y profesor de cátedra Departamento de Artes Visuales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.